Con la resaca de la feria reciente y el olor a migas de caseta cofrade, el barrio de Santa Isabel se cita de nuevo con el Señor que guía sus días. A sus pies son muchos los devotos que se postran y que ahora acuden a besar sus plantas. Los susurros guardan peticiones y gracias, pero las miradas dicen aún más. Todo por un beso al Cautivo de la Trinidad, el que fue abandonado por sus discípulos y que terminó encontrándolos en un barrio de Jaén.
Fotografías: Manuel J. Quesada Titos