El pasado sábado, 30 de noviembre, dos jóvenes del Seminario Diocesano de Jaén recibían el sagrado Orden del Diaconado: José Manuel Pancorbo Ortega, de la Parroquia de San Bartolomé de Torredelcampo; y David Martínez Díaz, de la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Villacarrillo.
A las 11 de la mañana el Sr. Obispo, D. Ramón del Hoyo López, presidía la Eucaristía en la Catedral de Jaén. La ceremonia estuvo concelebrada, además, por D. Antonio Ceballos, Obispo emérito de Cádiz y Ceuta; el Vicario General; los Vicarios Episcopales; el Rector y los formadores del Seminario; y un importante número de sacerdotes diocesanos que quisieron acompañar a José Manuel y David.
Durante su homilía, el Sr. Obispo hizo hincapié en la presencia misteriosa de Cristo en su Iglesia y el amor de Dios por la Iglesia de Jaén. “Nos reúne hoy en esta Catedral la ordenación de dos nuevos diáconos al servicio de la Iglesia diocesana. Después de un cuidadoso discernimiento por parte de cada uno de ellos y de sus formadores, van a recibir el sacramento del Orden en su primer grado. Se cumple así, una vez más, la promesa del Señor en el día de la Ascensión: -Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos- (Mt. 28,10). He aquí la profunda realidad sobrenatural y divina que el Espíritu Santo pone ante nuestros ojos: la presencia misteriosa de Cristo en su Iglesia, la fuerza y el amor de Dios Padre con nosotros, para con esta Iglesia diocesana que -elige a algunos, como reza el prefacio de la Misa de Órdenes, para hacerlos partícipes, por la imposición de las manos, de su ministerio santo, y para que, en su Nombre, sirvan a sus hijos el banquete pascual, sostengan a su pueblo en el amor y lo alimenten con su palabra-“.
Asimismo, D. Ramón del Hoyo quiso destacar la misión sacerdotal. “Como sacerdotes, tendrán la misión de llevar a los fieles a Dios y ofrecer a Dios a los hombres. No es una misión humana, sino que representarán a Cristo, Cabeza de la Iglesia. Se os enviará para que anunciéis a Cristo a los fieles en, su palabra, en sus sacramentos, en su amor misericordioso, dándole a conocer desde nuestro estilo y talante personal. Nunca olvidéis que os envía el Señor y su Iglesia. Podréis ser sustituidos en muchas tareas, por lo que debéis acostumbraros en encomendar las que así sea posible en consagrados y laicos, pero en la mesa de la Palabra, de la Eucaristía y otros sacramentos, seréis imprescindibles e insustituibles”
“No quiero terminar sin dirigir una palabra de gratitud sincera a vuestros padres y familiares, al Seminario y a vuestros formadores. La Iglesia diocesana os debe esta gratitud. Han sido instrumentos en las manos de Dios para preparar a estos jóvenes en el camino del sacerdocio han merecido que el Señor se parara en vuestros hogares y parroquias para suscitar nuevos ministros para su Iglesia. Vuestra labor no ha terminado. Seguid acompañándoles siempre con vuestro cariño, comprensión y, sobre todo, rezad por ellos, para que logren hacer realidad el futuro que en este momento es aún proyecto y deseo. A la Virgen Inmaculada y a San Eufrasio, patronos de nuestro Seminario mayor diocesano, les encomendamos de forma especial y nos encomendamos, para que se cumpla en ellos y en nosotros la voluntad de Dios. Amén”, finalizaba.