Por José Gómez
Entre pregones y calendarios
el minuto se desespera.
El reloj adormecido
renaciendo tras su silencio gris.
Ansioso,
es el chiquillo impaciente
a la cola de un tiovivo en Feria.
Nacen los brotes de lo pactado
en cada mes de marzo,
y va creciendo la flor de un domingo
que arramble con todo
y sea corriente,
y nos navegue
a un destino de sobra conocido
entornado de azahares los perfumes.
Desde el alféizar de nuestros ojos
derramarán urgentes las luces
que, ya de niños, supimos ver.
Luces,
que pusimos a buen recaudo
en la alforja de lo vivido.
Entre pregones y calendarios:
el calendario,
que nos toma de la mano
para no perdernos en el camino.