Líderes

Entre las celebradas, y las que quedan por celebrarse, está claro que este curso es “tiempo de elecciones”, y a raíz de ello quisiera hacer una breve reflexión partiendo de una premisa: en la Iglesia actual hacen falta “líderes”.

Está claro que casar la palabra “líder”, o “liderazgo”, con Iglesia ocasiona cierto sarpullido en aquellas personas, dentro de la Iglesia, que tienen una piel excesivamente “fina”, pero no quiero entrar en justificar dicha necesidad eclesial, pues no es el objetivo, sino en afirmar con claridad que las cofradías, más que Hermanos Mayores, necesitan líderes.

Con las cofradías pasa como con la Iglesia en general, si queremos una cofradía que se mantenga, que no retroceda, basta tener al frente de ella a un gestor, pero si queremos que la cofradía evolucione, salga de sí misma, que vaya de un lugar a otro, que sea evangelizadora y misionera, entonces necesita un líder.

Es cierto que todos conocemos Hermanos Mayores que son líderes en sus cofradías, pero entonces cabe una segunda cuestión: ¿qué tipo de liderazgo ejercen?, pues lo que una cofradía requiere de la persona que esté al frente es un liderazgo “cristiano” y no un liderazgo “social”, es decir, un líder que tenga claro que su liderazgo ha de ejercerlo desde el servicio (al estilo de ese Jesús que procesionamos por nuestras calles), y no un líder cuyo liderazgo lo ejerza desde “el aquí mando yo” (¡que los hay!) o desde la satisfacción del ego (¡qué también los hay!). Los que ejercen un liderazgo social (los que mandan, los que están “encima”, los que “reparten juego”) suelen rodearse de aduladores que sólo buscan lo que su líder: mandar en su parcelita y/o hinchar su ego teniendo un carguillo. Además, hay Hermanos Mayores que tienen un liderazgo débil, apoyado sólo en el documento por el cual el obispo lo ha nombrado.

Pero, incluso los líderes que presumen de tener una buena Junta a su alrededor, comprometida y trabajadora, han de cuidarse, pues pueden caer en actuaciones que terminen dinamitando las relaciones dentro de la Junta o dentro de la cofradía: el temor a afrontar los conflictos que surjan, culpabilizar y criticar a otros, victimizarse tratando de descargarse de responsabilidades, la ironía y la burla. En ocasiones, el Hermano Mayor puede caer en una actitud permisiva, con su “maravillosa junta”, que le lleve a hacer una auténtica dejación de funciones, a no ejercer su responsabilidad como Hermano Mayor pues al final todo es aceptable, todo vale, pues cada uno tiene su parcela de “particular poder”.

Para que un Hermano Mayor ejerza un liderazgo auténticamente cristiano ha de tener una serie de características: Vivir su misión movido sólo por la fe, cuidar su vida espiritual (si no está “unido a la vid” acabará siendo una especie de activista); emprender proyectos en función de la labor evangelizadora de la cofradía y de la plenitud de sus cofrades, y no en función del éxito personal; desempeñar su responsabilidad tanto de la cofradía como de sus cofrades, asumiendo costes personales (tiempo, esfuerzo, críticas), pero lo hace con alegría al tomarlo como una misión a la que de algún modo Dios lo ha enviado; ejerce su autoridad como el que más sirve a otros, y no como el que “más manda”; trata a todas las personas dentro de la cofradía de modo personal, sin prejuicios, y escucha a todos, no sólo a “los suyos”; y promueve que todos los que colaboran con él sean también líderes cristianos. En definitiva, un líder cristiano ha de hacer suyas las palabras de Mt 20,25-28.

El liderazgo cristiano se puede aprender, pero está claro que el secreto es dejar que el Espíritu actúe en ti, experimentar a Cristo en la propia vida. Todo lo demás sobra, salvo que se tenga, o busque, un liderazgo al estilo social. Por cierto, todo lo dicho es válido para los laicos de nuestras parroquias y para nuestros pastores.

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