El Obispo de Jaén ha presidido la Misa Taurina celebrada por la Hermandad de la Amargura, conocida por “la Virgen de los toreros”, en una año especial porque se conmemoran el décimo aniversario del amadrinamiento de la Virgen de la Amargura a la Escuela Taurina de Jaén, que cumple a su vez 25 años de su creación. Las autoridades locales, como el alcalde, la vicepresidenta de la Diputación, el Delegado de Justicia y miembros de la Corporación Municipal se hicieron presentes en la celebración, en la que además acudieron los jóvenes que se forman como promesa del toreo en la Escuela Taurina de Jaén y miembros de la fundación pontificia, Ayuda a la Iglesia Necesitada, con quien colabora la Hermandad.
Las lecturas estuvieron participadas por miembros de la Cofradía, el Evangelio lo proclamó el párroco, D. Francisco Rosales y el acompañamiento musical estuvo a cargo del coro romero, “Rosa de abril” de Torredelcampo.
El Obispo comenzó sus palabras saludando a las autoridades, a los miembros de la cofradía de pasión que procesiona cada Lunes Santo, así como a los alumnos y responsables de la Escuela Taurina, para después, reflexionar sobre el texto de Lucas que había sido proclamado en el penúltimo domingo del tiempo ordinario.
En la Jornada Mundial de los Pobres, Don Sebastián Chico Martínez quiso poner el acento en el tiempo futuro, para que dé perspectiva de la realidad que en ocasiones nos ata al presente y nos hace perder la esperanza. “Nos conviene mirar al futuro. Nos da seriedad en nuestro camino. Nos señala cual es la meta que Dios ha pensado para cada uno de nosotros. Pero, a la vez, tenemos que vivir en plenitud la vida presente, el día de hoy, sin dejarnos engañar por falsas profecías que nos promete realidades efímeras y vacías. El tiempo presente es un tiempo que debemos saber aprovechar al máximo. Evitemos que se hagan “pesados nuestros corazones”. Vivamos alertados, esperando lo que ha de venir”, expresó el Prelado jiennense.
En este sentido, el Obispo quiso abundar en la necesidad de la perseverancia para el cristiano, que le abre su mirada al futuro que está por llegar, “Queridos hermanos, aceptemos la invitación de Cristo a afrontar con fortaleza y esperanza los acontecimientos diarios de nuestra vida confiando totalmente en su amor entregado en la Cruz. Un amor que se ha derramado plenamente en nosotros para alcanzarnos la vida plena, la salvación, la felicidad eterna, vivir en la gloria de Dios”.
Para concluir, recordó a los que sufren a causa de la pobreza en cualquiera de sus representaciones, y pidió a los presentes un compromiso de los presentes con los pobres en la Jornada Mundial que la Iglesia les dedica, y que está impulsada por el Papa Francisco: “Pidamos, al Señor en esta Eucaristía, que nos enseñe a pensar en los demás, y a amar, sobre todo, a aquellos a quienes nadie ama; que nos conceda la gracia de comprender que, mientras nosotros vivimos una vida plena, cómoda y feliz, hay miles de personas que son también sus hijos y hermanos nuestros, que mueren de abre, de frío, que sufren en soledad y la indiferencia de los demás, que no tienen un hogar, que necesitan de una mano cristiana que les ayude y les acompañe. Pidámosle que nos dé un corazón sensible para comprender la necesidad del prójimo, para sentir la angustia del necesitado, para verle reflejado en el pobre; que no seamos hipócritas de cuanto rezamos y no actuamos, sino que nos preocupemos de todos aquellos pequeños excluidos y nos situemos al lado de los más vulnerables, donde Él se encuentra”.
Junto al pan y el vino, presentaron ante el altar un capote como símbolo de la Escuela de Tauromaquia de Jaén.
Fotografías: Valentín Molina