El acta notarial firmada por el Provisor y Vicario General del obispado, Juan de Villalpando, el 13 de Junio de 1430, atestigua la visión que cuatro humildes moradores de la ciudad de Jaén tuvieron dos días antes: un cortejo celestial que recorrió las calles del arrabal de San Ildefonso concluyendo en la capilla que estaba dedicada al santo toledano. Cerraba esta procesión una Señora que la tradición ha concluido que era la Santísima Virgen María. Desde ese momento y hasta la actualidad, Jaén se rinde a su patrona con la conmemoración de ese Descenso, cada 11 de junio.
Jornada que comenzaba con la fiesta de los Cabildos, el Municipal y el Catedral, que se reúnen en la Basílica de San Ildefonso. En esta ocasión, la Eucaristía, estuvo presidida, por primera vez, por el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez. Desde la Casa Museo de la Virgen de la Capilla salían en procesión los miembros del Cabildo, con su Deán a la cabeza, D. Francisco Juan Martínez Rojas y el Obispo de la Diócesis, Monseñor Chico Martínez. A las puertas de la Basílica los aguardaban el alcalde, la Corporación Municipal y la Junta de Gobierno de la Cofradía de la patrona de la ciudad. Juntos entraron al Templo.
A la celebración también acudieron autoridades militares, miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado; la Subdelegada del Gobierno en Jaén y el Consejero de Hacienda de la Junta de Andalucía, entre otros.
En el presbiterio lucía entre flores y cera a Nuestra Señora de la Capilla, ataviada con el tradicional manto rojo, de los Condes de Corbull.
Los miembros de la junta de Gobierno de la Cofradía fueron los encargados de participar en las lecturas y las preces. El acompañamiento musical estuvo a cargo del orfeón Santo Reino. Una treintena de sacerdotes de la ciudad quisieron participar en la celebración eucarística.
Homilía
En su primera Misa de Cabildos, el Prelado del Santo Reino quiso comenzar rememorando el Descenso: “¡Qué hermosa procesión, presidida por nuestra Señora! ¡Qué gran cortejo! que nos evoca la peregrinación de nuestra vida por este mundo, en el que queremos que sea Ella, la que con su radiante luz, ilumine nuestros pasos, infundiendo coraje y fortaleza ante las dificultades de la vida”.
A continuación, el Obispo quiso reflexionar sobre “la Visitación” que había sido proclamada en el Evangelio, y cómo ese encuentro entre dos mujeres encinta es “fuente de gozo”. “María, – expresó Don Sebastián- “mujer de nuestra historia, abierta a Dios y a los seres humanos, ha vivido siempre en actitud de gratuidad y de donación. Por eso su cántico de alabanza, el Magníficat, es la oración de los pobres del Señor, una alabanza agradecida por la presencia de Dios que salva a su pueblo, donde se celebra el acto de misericordia supremo y definitivo realizado por Dios en favor de los seres humanos a través de su encarnación, de su vida “como uno de tantos”, de su muerte y resurrección. Para aseverar, “que nuestra vida la vivamos también como Ella nos enseña en actitud de gratuidad, de donación a nuestros hermanos y de alabanza agradecida a Dios por todo lo que nos ha dado…”
Para concluir su predicación, se vivió un momento de gran emoción, ya que el Obispo se dirigió a la Virgen de la Capilla, a la que ofreció una oración de rogativa en nombre de todos los jiennenses: “A la sombra de tu presencia maternal quiero poner Señora, la vida de todos tus hijos, los que vienen y los que no vienen, los que te invocan y los que no se acuerdan de ti. Todos te necesitan, todos te aman, aunque algunos digan otra cosa.
Sé el consuelo de nuestros ancianos, de nuestros enfermos, de nuestros pobres. Tú que supiste en vida lo que es peregrinar por el mundo sin tener donde meterse, ten piedad de los que no tienen casa, de las familias que no llegan a final de mes, de los migrantes.
De manera especial quiero poner bajo tu protección, Madre querida, a los niños y jóvenes, de nuestra ciudad y de nuestra tierra. Sé tú la madre amorosa de los niños no nacidos, amenazados por esa muerte prematura y terrible del aborto. Pon algo de tu corazón de madre en las madres que sienten esta tentación terrible de resolver sus problemas sacrificando la vida de sus hijos.
Ilumina los corazones de nuestros gobernantes,
Sé la Madre de nuestra juventud, de tantos jóvenes que viven desorientados, engañados por una propaganda mentirosa que los hace esclavos de tantos ídolos que los esclavizan, del alcohol, de la indolencia y del desconcierto total… de la desesperanza.
Cuida Señora de nuestros Sacerdotes y Seminaristas. Sé Maestra de todos ellos en el camino de la entrega, de la fidelidad, del servicio abnegado, generoso, incansable a la Iglesia, a las comunidades cristianas, a todos los hombres y mujeres que se acerquen a ellos. Haz que sean verdaderos herederos de los Apóstoles, signos vivientes y activos de la presencia de Jesucristo en medio de nosotros.
Consérvalos junto a ti, fieles en la piedad, en el amor a la Iglesia y a su ministerio sacerdotal, en el servicio incansable y generoso a los hermanos.
Madre Santa de la Capilla, queremos crecer como familia de Jesús, queremos vivir cerca de ti, queremos disfrutar, desde ahora, los bienes del Reino celestial, queremos anunciar el Evangelio y servir a nuestros hermanos en su nombre. Ayúdanos ante las distintas circunstancias que estamos viviendo, líbranos de nuestros pecados, aumenta en nosotros la fuerza de la gracia, danos la bondad de los santos y la intrepidez de los Apóstoles, para que, entre todos, continuemos, en esta tierra nuestra, la obra salvadora de tu Hijo Jesucristo”.
Al concluir la celebración, el Obispo participó en la tradicional ofrenda floral en la puerta de la Basílica, donde se fotografió con la Junta de Gobierno, la Corporación Municipal y las distintas autoridades que quisieron ofrecer flores a la patrona de la ciudad de Jaén.