El pasado viernes, 11 de junio, la Parroquia de Ntra. Sra. de la Merced, celebró la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de Jesús, gracias al empeño y dedicación del Apostolado de la Oración y a su párroco, sigue más vigente y actual que nunca, en una feligresía que todavía recuerda con emoción aquella magna procesión del año 2019, realizada con motivo del centenario de la consagración de España. Tras la celebración de la novena, que comenzó el pasado 3 de junio, el culmen llegó el último día, viernes, del noveno mes, como así se reflejan en las promesas realizadas por Jesús a una religiosa francesa en el siglo XVII. La Eucaristía estuvo presidida por el párroco de Ntra. Sra. de la Merced, D. Juan Jesús Cañete Olmedo y concelebrada por el canónigo D. Emilio Samaniego Guzmán.
Don Juan Jesús comenzó su homilía recordando las apariciones a la apóstol del Sagrado Corazón: “1673 Santa Margarita María Alacoque recibe una visión de Jesús que le muestra el corazón”. En referencia a los primeros viernes dijo: “Lo que el Señor busca es que a través de ese ejercicio piadoso y espiritual vaya profundizando en su conversión para llegar a tener los mismos sentimientos de Jesús, para ser otro Jesús. Nos ayuda a ir identificándonos cada vez más con Jesús, esa es la clave. Celebramos los beneficios que hemos obtenido a través del amor de Dios. También celebramos el tesoro de caridad que se centra en el Corazón de Jesús, en el Dios hecho carne, el amor de Dios vivo y encarnado, en un corazón de carne capaz de sanar nuestros corazones”.
Continuó diciendo: “La historia de la salvación es una historia de amor. Jesús ha venido a hacer la realidad la profecía de Ezequiel, «arrancaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un corazón de carne». Cada uno de nosotros en esta celebración, vamos a llevarle nuestro corazón de piedra, y Jesús lo va a transformar en un corazón de espíritu y carne capaz de amar. Vamos a sentir y experimentar el amor de Dios en esta celebración, y vamos a expresarlo y vivirlo”.
El Párroco de Ntra. Sra. de la Merced citó una bella frase de San Agustín: “Amor Meus Pondus Meum, el amor es mi peso, decía San Agustín. ¿Qué puede significar? El amor es una carga «Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados… Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera». Esa frase de San Agustín en referencia al amor no se queda ahí, continúa diciendo: por él voy dondequiera que voy. La lógica del amor de Jesús es una exigencia, no es fácil. Decir que amamos es fácil, hablar del amor es fácil, vivir el amor no es tan fácil. El amor es un peso, pero si nos dejamos llevar por Él es camino de salvación. La lógica del amor de Jesús es también confianza”.
“De esta celebración podemos sacar autoestima, experimentamos el amor de Dios en nosotros, sin ninguna contraprestación. El Señor nos dice: te amo como eres. Me siento amado, ya no estoy solo. Dios transforma un cementerio en un jardín y una cruz en el signo de la salvación. También hoy salimos con humildad porque no nos lo merecemos. La humildad es el imán de la gracia, como decía San Luis María Grignion de Montfort. Lo contrario de la humildad es la soberbia. Hoy nos reconocemos humildes y amados, pero también con vida y experiencia”, aseveró Cañete Olmedo, en uno de los grandes días que vive la parroquia durante el año en torno a sus devociones populares.
Para finalizar la homilía en honor del Corazón Deífico Jesús, señaló lo siguiente: “Para llegar a palpar los misterios de Dios no hay más que un camino. Mirad el costado de Cristo por el que podemos contemplar el Corazón de Jesús, y eso nos dará a nosotros una fuerza y unas posibilidades que ni siquiera soñaríamos. Hoy el amor de Dios desde un corazón desgarrado por nosotros se nos da, derrama su gracia y nos convierte en otros corazones de Jesús en medio de este mundo”.
Al término de la celebración eucarística se expuso el Santísimo Sacramento, se rezaron las Letanías del Sagrado Corazón de Jesús y se dio la bendición a todos los presentes. Tras la Solemne Reserva del Santísimo, se rezó ante la imagen, colocada en un magnífico altar, el acto de confianza al Corazón de Jesús, para concluir con la interpretación de la canción Dueño de mi vida.