Este domingo, Jaén volverá a pregonar su Fiesta Mayor, su Semana Santa. Y lo hará consciente de que en una semana no nos encontraremos con los primeros nazarenos bajo el sol de una mañana de palmas y olivos. Sabedora de que sus calles no serán el hervidero con el que se estrenan cada primavera, un espacio colectivo donde se expresa una religiosidad popular y sencilla, heredada y muy valiosa.
Sin embargo, el telón del Teatro Infanta Leonor se descorrerá y desde su tribuna, por la que antes pasaron grandes cofrades, se anunciará que este año, a diferencia de los anteriores, no todo está dispuesto para celebrar el mayor misterio de la Humanidad. En esta ocasión nos hemos empeñado en prepararnos interiormente durante la cuaresma, pero nos faltan tantas cosas. Es cierto que pueden ser secundarias, superfluas, intrascendentes.
Estamos de acuerdo con aquello de que la procesión verdadera es la que va por dentro, y que la escenificación de nuestra fe es solo una manifestación donde lo cultural y lo estético impiden en ocasiones descubrir lo esencial y espiritual que siempre permanece. Por eso, en estas vísperas, el anhelo de lo que tuvimos y desconocemos cuándo volverá, es aún mayor.
Este Domingo de Pasión, un enfermero cristiano y cofrade pregonará la Semana Santa de Jaén. El testimonio de quien ha estado en primera línea de batalla contra la pandemia, que ha visto de frente a la muerte, pondrá voz al sentimiento roto de una celebración en la que la muerte es vencida por la misma muerte. Todo, porque la Esperanza y la Vida siempre ganan cuando despunta la primavera.