Las últimas declaraciones de personalidades o personajes, más o menos conocidos, por todos haciendo referencia al peligro de contagio bajo un paso procesional o aludiendo a que nos roban la Semana Santa por impedirse los cultos externos, me ha llevado a plantearme hasta dónde puede llegar el grado de idiotez de alguien que desde un altavoz de privilegio se dirige a la sociedad pensando que el pueblo en su conjunto, so sea todos nosotros, lo somos.
Con la tercera ola en lenta regresión y la amenaza de una cuarta cuando se dé rienda suelta a una socialización solo evitable con restricciones, parece que los que mejor hemos asumido la particularidad de la próxima Semana Santa somos los propios cofrades. Hemos entendido que la cofradía no estará en la calle, pero la hermandad sigue latiendo con la intensidad del pulso que bombea la ilusión de cada uno de sus hermanos.
El que más y el que menos, ya quema incienso en su hogar, las marchas suenan en los coches y son muchos quienes preparan balconeras para presumir con orgullo desde su particular palco, de su cofradía, de su pertenencia a un colectivo que está vivo, que sabe disfrutar de su Pasión, pero también endulzar la pena con una buena torrija. Por eso, a los que ahora hablan de Semana Santa sin sabe siquiera cuándo se celebra, les pediría que dejen tranquilos a los cofrades, que sabes hacer en cada momento lo que toca y en este 2021, aunque la procesión vaya por dentro, sabemos de sobra que la Semana Santa, como nuestra fe, no se nos roba.