Despiertas con la misma ilusión de una mañana de Reyes. Tu corazón da primero el salto y a continuación te asomas a la ventana. Y entonces ves la mañana resplandeciente del Domingo de la Luz. Su intensidad, sus matices y su brillo son distintos a los de cualquier otro día. Comienza la Semana Santa, tu Semana Santa, en el mismo instante que recuerdas aquellas de tu infancia inocente, pura, desbordante. Un viaje al pasado para ponerte en el presente, para disponerte a la emoción, a disfrutar de las hermandades de tu Jaén y embriagarte de una Pasión que vives todo el año pero que es ahora cuando se siente en todo su esplendor, con todos sus matices.
Tres golpes secos en la puerta de San Roque. El primero por los que ya no están. El segundo por quienes hacen realidad este sueño. El tercero, cada cual que elija su intención. Y entonces, se abre la Semana Santa para que salgan a la calle los primeros nazarenos.
Palmas al viento para dar Gloria al Señor. ¡Hosanna!, claman los niños hebreos al paso de Nuestro Padre Jesús de la Salud que a lomos de una borriquilla, camina entre la bulla por el Paseo de la Estación donde vuelve a detenerse junto a la residencia de las Hermanitas de los Pobres. Allí recibe los besos de nuestros mayores que solo le piden salud para sus achaques, herencia del paso del tiempo en nuestra debilidad humana. Sobre pétalos y con el izquierdo por delante subirá la Carrera y en Almenas sentirá más cerca el calor del amor de quienes buscan rozar la madera de su paso y acariciar el bordado de sus faldones antes de emprender el regreso a casa.
Sus ojos verdes son un preludio de la Esperanza. Así la concibió Dubé de Luque para que en esta tierra de olivares, la Paz se fundiera con el color de sus campos. El mismo sol la busca bajo su palio y en ocasiones, logra acariciar su cara con tímidos rayos que salvan sus bambalinas de malla. Con compás alegre, María Santísima de la Paz sigue a su Hijo, desde la distancia, pero sin perderle de vista, en la que es su entrada triunfal en este Jaén, capital del Santo Reino.
Casi sin solución de continuidad, el redoble de tambor se silencia en el barrio de Belén para cederle el testigo a los vecinos del nuevo Jaén. En el Bulevar, entre zonas verdes y residenciales, se representa la Eucaristía convertida en paso procesional. Jesús Salvador, en pie, instaura la comunión de su iglesia “haced esto en conmemoración mía”. Su majestuoso paso en pan de oro avanza como el cofre del mayor tesoro de Dios por las anchuras de las avenidas bajo el sol vespertino.
Un largo camino el de la elegante Hermandad de la Santa Cena, para evangelizar con la representación del sacramento de nuestra fe. Comunión que sería vacua si no estuviera acompañada por la Caridad, representada en María. Caridad y Consolación, advocaciones de una Virgen niña que es dulzura para su anciano vecindario. La orfebrería de su palio juega con los destellos de una tarde que se va apagando para que las candelerías asuman su complicada tarea: dar luz a quien la desprende, dar calor a una madre.
Mientras tanto, el silencio de la clausura dominica es interrumpido por la multitud que se agolpa en las callejuelas de la Alcantarilla. Sale la Estrella y todo su barrio se echa a la calle para pedirle a Pilato que suelte a Jesús de la Piedad, que el Ecce Homo maniatado y presentado como reo de muerte es el Hijo de Dios. Escoltado por músicos alabarderos, el paso de misterio del Señor de la Piedad sortea revirás imposibles y cuestas de azahar antes de alcanzar el itinerario oficial bajo la luz, siempre, de una Estrella. Descendió del cielo y se quedó bajo palio en este rincón del Jaén monacal en el que la oración es alimento del alma. Al asomarse a su barrio, una tormenta de pétalos llueve sobre su cielo de terciopelo y sus costaleros reviran 360 grados para que nadie quede sin ver su cara.
Ya de regreso, la Hermandad de la Estrella alcanza su punto álgido en la calle Llana. Se detiene el tiempo porque solo existe el ahora. Sonidos rocieros acompañan a María que por Pentecostés será Rocío. Entre tanto, va rozando los balcones con sus rosarios a los que sus cofrades se agarran para encontrar la luz cuando la oscuridad de cierne.
La tarde del Domingo de Ramos la cierra Oración. Escuadra de la Congregación de la Vera Cruz, la cofradía celebra este año el 50 aniversario de la hechura, por parte de Juan Abascal, de Jesús orando en el huerto. La Basílica de San Ildefonso, capilla de la Patrona de Jaén, ve salir a los nazarenos de una corporación que ha crecido con el paso de las primaveras.
Jesús de la Oración reza y enseña a hacerlo a quien lo contempla. Solo te pide que veles y no caigas en el sueño, porque pronto será la hora. A partir de entonces, solo habrá desamparo y será cuando toda la atención recaiga en la Madre de Dios. María Santísima de los Desamparados siente en su corazón que la Pasión ha comenzado y a pesar de que sus costaleros la mecen con mimo, el miedo se refleja en su juvenil rostro. Solo encontrará consuelo cuando regresen, ya en la madrugada del Lunes Santo, a su templo.
Así, en casa, estás tú, cofrade, ahora que acaba la tercera semana de confinamiento. No desesperes y Ora, que pronto imperará la Salud y verás la Luz en las calles. Solo tienes que depositar tu confianza en el Salvador.