Sé como te sientes. Con pena, con la nostalgia y melancolía que cada año te deja la Soledad por Campanas y la Victoria por la Carrera. Sin embargo, la dosis de tristeza es mayor porque en otras ocasiones hubo antes gozo y alegría, bullas y silencios.
Sientes el corazón roto y un ahogo en el pecho que nada tiene que ver, gracias a Dios, con ese maldito virus que te ha robado la ilusión por la Semana que te de devuelve a tu infancia, que te reencuentra con tu ciudad, tu gente, tu Dios. Te han quitado la espera porque ya no hay nada que esperar. Ni el sol del Domingo de la Luz, ni los nervios de vestir la túnica nazarena, ni la responsabilidad de fajarte para soportar el peso divino de tu devoción.
No habrá palmas al paso de la Salud en una Borriquilla, porque ahora la salud se necesita en los hospitales. La Estrella se quedará en el cielo donde ahora se pierde nuestra mirada en las interminables horas de esta cuarentena. Tus estudiantes son los que lloran Lágrimas en un curso sin clases y sin notas, donde el futuro y los planes se limitan al hoy, al ahora. Y la Caridad se hace grande en pequeños gestos y mensajes que rompen la Soledad y apaciguan la Amargura.
En este tiempo, que era de cultos, pregones, papeletas de sitio y convivencia en las fabricanías, solo te queda leer, ver y escuchar. Los boletines de nuestras hermandades bien merecen la lectura reposada que la Cuaresma hace casi imposible. De alguna manera, te transportarán a la casa de hermandad, cerrada ahora como si agosto hubiera adelantado los tiempos, y sentirás más cerca la hermandad que unida disfruta y sufre.
En Youtube buscarás los vídeos de primaveras pasadas, de chicotás en la memoria y marchas imperecederas. Sonidos que escuchas en el silencio porque están dentro de ti y te conducen a una esquina, a una plaza, al balcón de tus abuelos.
Mientras el azahar florece en la Cuesta de la Alcantarilla, en la plaza de San Bartolomé y a la sombra de la Torre del Concejo, el incienso quedará en la naveta sin elevar su etérea silueta en una ciudad nazarena que cada noche aplaude, pero no las levantás al cielo de un palio, sino a los héroes de bata blanca que salvan vidas en una lucha sin tregua. Por ellos y ellas, médicos, enfermeros, personal sanitario, irá la oración del cofrade. Y también por quienes no puedan vencer al virus invisible que ha llegado para apretarnos el pecho de Angustia.
Sé bien como te sientes porque yo siento lo mismo. Pero me agarro a la Esperanza y con solo cerrar los ojos siento la primavera y veo los capirotes blancos por Almenas. Queda mucho, es cierto, pero cuando todo pase y la normalidad impere, regresarás a tu hermandad, a estar con tu gente. Sin distancias de seguridad ni coartada para los abrazos. Y entonces volverás a descontar lunas llenas de este calendario que empieza cada Domingo de Ramos. Esta pesadilla pasará y volverás a soñar despierto. Solo tenemos que alargar la espera.