Está el verano dando sus últimos coletados en forma de sol pegadizo cuando la siesta reclama su lugar, y mientras tanto, las tardes menguan de la mano de una brisa que hace caer las primeras hojas de unos árboles cansados de dar sombra. Con la vuelta a la rutina, marcada por los colegios y las actividades extraescolares que condicionan las agendas familiares, vuelve a reclamar la atención la Señora Dominica. En su clausura y siempre deslumbrado por la Estrella que brilla en su hogar, Nuestra Señora del Rosario se presta dispuesta para recibir en octubre las miradas de quienes toman las cuentas para hacer del Ave María su plegaria diaria.
En la capilla dominica, baja del Altar para tender su mano y la de su Hijo a quienes acuden, una tarde de septiembre, a mirarle a sus grandes ojos en los que siempre se halla sosiego. Ave María Purísima…
Fotografías: Felipe Utrera