La Virgen del Carmen de la Parroquia de San Juan y San Pedro anuncia este año el Tiempo de Gloria de la capital del Santo Reino. La obra, de Jesús Caballero, fue presentada por José García García quien describía así el cartel:
“La composición, centrada en la talla de Nuestra Señora del Carmen, es vertical, con el foco en su imagen y, si se dejan llevar por ella, a modo de escalera descendente, va, progresivamente, saliéndose hacia el espectador, desde la corona, más alta y trasera, a la cabeza de la Virgen en un segundo escalón más cercano y de relieve; a la figura del Niño Dios que se nos viene de la Madre hacia nosotros y, finalmente, en un último peldaño, con una alegoría a nuestro Jaén que, referida al arco de san Lorenzo y compuesta en collage, sirve como de peana y de aproximación al mundo real del observador.
Evidentemente, nos ofrece un doble mundo o plano simbólico. El de una base terrenal, alegórica desde luego, con un arco, diz que de san Lorenzo, y un entorno seudourbano, a base de impresos cortados y superpuestos; y el de un mundo superior de las imágenes, que centran y resaltan el mensaje maternal, mariano y cristológico. Este segundo mundo superior, envuelto en blanco de pureza y sobre fondo azul tan mariano, está, primaveralmente, cortejado o custodiado por dos bandas de doce flores, así como por dos ramas, que arriba se abren en casi simétrica triple panocha florida, de más estilizado dibujo, que enmarcan y centran el motivo primordial (…)
Y, acunando las figuras, esas dos docenas de flores que representan, una a cada lado, a nuestras doce hermandades de Gloria. Las flores. La fuerza de las flores, el perfume de las flores, el gratuito y llamativo estallido de colores y hermosura de las flores. Es la vida que llama, que promete semilla y continuidad. Es el grito más sublime y suave y variado y colorista y prometedor de la naturaleza… Por eso las flores como símbolo de amor y devoción; por eso la ofrenda de los creyentes a sus imágenes… Una flor, una cesta o un ramo de flores, un tapiz de flores…, que se entregan o se componen con amor a los pies de una imagen, suponen el compendio más sencillo y más hermoso de la devoción, de la acción de gracias, del cariño desinteresado, que pueda darse.
Allá, en las entretelas del espíritu, pienso que todos conservamos las sencillas ceremonias del mes de las flores; de la pegadiza melodía de la convocatoria del “…Venid y vamos todos, con flores a María…” (…) Sinestésica y metonímicamente, las flores, esas humildes o flores, somos nosotros, son nuestras hermandades, son nuestras esperanzas, nuestras peticiones, nuestras gracias a Santa María por su mediación, por su protección, por su intercesión.”