Estando en casa tranquilo el pasado fin de semana, escuchando de fondo el murmullo de la televisión que anima mis noches de sábado, me puse a actualizar mis redes sociales. Rápidamente se me vinieron a la mente toda esa gente que me preguntaba si no me iba a ir para Sevilla, pues Twitter, Facebook e Instagram se me llenaron de conocidos que subían imágenes desde la capital andaluza. “Si es que tengo Misa de Hermandad” les respondía yo, no sin que algunos me miraran extrañados, pues de la Iglesia más allá de lo que leen en redes sociales, poco saben.
Pero para ser honestos, aunque no hubiera tenido nada, este que escribe no se hubiera ido para Sevilla. Ni el pasado 5 de Noviembre, ni otro día. Y es que yo, como todos, hemos visto con sorpresa esas imágenes en las que no cabía un alfiler, y yo de meterme en esas bullas la verdad que no soy. Si es calle Maestra en la Semana Santa de Jaén y me agobio, pues imagina allí. Además, porque el del agobio no es el motivo que me mueve, estoy cansando de extraordinarias. Porque lo extraordinario está empezando a ser la Semana Santa, mientras lo ordinario ya es que cada mes haya viajes porque algún paso está en la calle.
Y a mí que Dios me perdone, y hablando solo de mí mismo, no soy capaz de encontrar la misericordia durante una extraordinaria. Porque ese era el motivo de esta salida, celebrar el cierre del Año de la Misericordia, que por cierto será próximamente coincidiendo con la festividad de Cristo Rey. No soy capaz, y cada vez menos, de encontrar en el mundo cofrade lo que busco de la Iglesia.
Aquella puerta que hizo que yo, que a excepción de un tío que es cura tengo una familia que pisa la Iglesia las mismas que veces que los fotógrafos, es decir, para bodas, bautizos y comuniones, me integrara en la Iglesia, se ha convertido en una puerta que más allá de hacer turismo y de montar un mundo de negocio redondo a su alrededor poco más ofrece a la sociedad en general. Cuidado, hablo desde el prisma de las Hermandades como entes de la Iglesia y cuya misión no es otra que servir a esta institución y hacerla crecer. No me olvido jamás de la labor social y caritativa que hacen las Hermandades. Pero cuando el motivo principal de tu existencia flaquea, ¿qué sentido tienen las actuaciones que se derivan de tu actividad?
Pasan los años y cada vez soy más pesimista con el futuro de las Hermandades y Cofradías. Con el futuro que, según yo, deberían tener quiero decir, no con el que tendrán, porque este mundo va a seguir creciendo, porque este mundo cada vez albergará a más interesados, porque este mundo de las cofradías jamás morirá.
La pregunta es, ¿nos sirve un mundo cofrade magnificado pero que cada vez más se aleja de su origen?
Daniel Sánchez Puerto