Qué mejor que empezar el año rezando por la Paz a la Paz misma. En un mundo de guerras de sangre y de verbo, de esclavitud y desigualdad, de fundamentalismos y soberbias, se antoja inalcanzable una Paz que cada mes de enero vuelve a llamarnos la atención al lado de un comedor al que a diario acuden decenas de personas que, además del sustento alimenticio, encuentran allí la Paz.
Sus ojos esmeralda ofrecen esperanza porque tal vez algún día se alcance la añorada Paz mundial. Mientras tanto, los cofrades de Jaén acuden a Ella para encontrar su Paz interior, esa sensación de bienestar con uno mismo y con el prójimo que renace en nuestro interior cada vez que al cruzar las puertas de Belén y San Roque, María nos da la bienvenida.
Por la Paz también en el seno de la propia Hermandad, han pedido quienes más allá de puestos temporales, siguen firmes junto a la Reina inmortal del Domingo de las Palmas. Sin embargo, hasta que el sol despierte la aurora del día mágico de los estrenos y la infancia, es la penumbra y la luz de los cirios los que coquetean con la belleza de una Paz que en el silencio encuentra su mejor respuesta a la barbarie.
Fotografías: Manuel Quesada Titos