Ahora que descontamos los últimos días de este 2021, es menester hacer repaso de lo bueno y menos bueno que nos ha dejado este año que se agota. Seguramente, será catalogado como el segundo año de la pandemia y el de la vacunación para luchar contra un virus que nos ha cambiado la vida. Pero para los cristianos y cofrades, también ha sido el año de la esperanza.
Si echamos la vista atrás, recordamos como recuperamos la primavera, aunque no como la de siempre. Fue íntima, profunda, de oración en los templos, pero de nuevo junto a los nuestros, las imágenes devocionales y los hermanos.
Y a la vuelta del verano nos encontramos con el decreto episcopal que permitía de nuevo salir a las calles a manifestar nuestra fe, aunque los matices del mismo pronto levantaron suspicacias por el agravio comparativo con el resto de cofrades andaluces.
También volvió a sonar la música procesional, con más fuerza e ilusión si cabe, devolviendo a cada rincón de la ciudad la banda sonora de una procesión que ya está bien de llevarla por dentro.
Así nos hemos adentrado en el tiempo de Adviento, tiempo de espera que nos ha dejado exposiciones cofrades y estampas inéditas, con Cristo Crucificado de nuevo en unas calles iluminadas por la Navidad. Días en los que María también se ha hecho presente para llenar de Amor un colegio, y anunciarnos que se acercan tiempos mejores. Para ello, solo tenemos que hacer un hueco en nuestras vidas al Niño que viene.